sábado, 5 de agosto de 2023

El coste oculto de las interrupciones en el aula, un artículo interesante de Matthew A. Kraft

Una de las cosas que tienen que afrontar diariamente la mayoría de profesores son las habituales interrupciones de sus clases. Sobre este tema, el pasado 31 de julio, Dylan William destacaba un artículo de Matthew A. Kraft y Manuel Monti-Nussbaum sobre las interrupciones en clase y el coste que tienen para el aprendizaje de los alumnos. William destacaba su recuerdo de una visita de un grupo de profesores japoneses a los EE.UU. en el año 1980. Lo que les sorprendió más fue la cantidad de interrupciones que había en las clases americanas. En este post, recojo la traducción del artículo original que publicó el 1 de julio de 2020 Kraft comentando el estudio que llevó a cabo. Es un tema interesante que destacar y mejorar en todos los centros.

Foto de Sam Balye en Unsplash

El coste oculto de las interrupciones en el aula

Matthew A. Kraft

Incluso las interrupciones más pequeñas, erosionan el tiempo de instrucción más de lo que se piensa. Los colegio, sin embargo, pueden tomar medidas para reducirlas.

Abstract: Kraft comparte la investigación que llevó a cabo en colegios que reveló que las interrupciones de las clases (principalmente por parte del personal del colegio: anuncios de secretaría y alumnos llegando tarde) son frecuentes y distorsionan el aprendizaje. Las escuelas y los profesores pueden dar pasos importantes para minimizar interrupciones como las descritas. Forma parte del tópico del 'Tiempo bien gestionado'.

Profesores, tengo una petición. Cuando podáis volver al aula este otoño - o cuando podáis -, quedaos con el tiempo de aprendizaje que es distorsionado por interrupciones que vienen de fuera del aula. Tomad nota: ¿Cuántas veces tenéis que parar la clase por anuncios externos, llamadas al teléfono y profesores, administradores y miembros del personal que llaman a la puerta? ¿5, 10, incluso 20 veces al día?

Mientas escribo, estamos experimentando una de las disrupciones más grandes a la escuela en generaciones (nota del traductor: el artículo se escribió en el 2020). No podemos permitirnos que el aprendizaje se interrumpa, incluso de forma breve, cuando los colegios vuelvan a abrirse.

Como maestro de profesores y profesor antes, he pasado un montón de tiempo en clases desde infantil a los últimos años de escolarización. Mi experiencia enseñando y observando clases me ha dejado perplejo por el torrente de interrupciones externas que he podido ver en algunos colegios. Reconozco el valor de una cultura de puertas abiertas en la cual los directivos pueden observar a los profesores de forma frecuente. Y sí, tenemos que interrumpir las clases para tener simulacros de incendios de tanto en tanto. Pero, ¿qué pasa con todas las otras interrupciones? Para responder a esta pregunta, decidí estudiar las interrupciones externas para entender mejor su frecuencia, por qué ocurren y las consecuencias que tienen para profesores y alumnos. Quería saber: ¿estas interrupciones son una molestia necesaria pero poco frecuente, o son más bien un aspecto generalizado del ambiente de los colegios que perjudica el aprendizaje?

Lo que nuestra investigación reveló

En 2017, trabajando de forma coordinada con el Distrito Escolar Público de Providence en Rhode Island, my coautor Manuel Monti-Nussbaum y yo buscamos capturar la perspectiva de los alumnos, profesores y directivos sobre las interrupciones externas en una encuesta general en el distrito. Trabajamos también con un grupo de ayudantes de investigación no graduados para llevar a cabo más de 60 observaciones de aula en 5 escuelas de secundaria del distrito de Providence recogiendo el número de interrupciones externas.

Nos centramos en interrupciones que fluían en la clase más que en el comportamiento de los alumnos en el aula. Estas interrupciones externas eran habitualmente provocadas por miembros del personal escolar o por alumnos que llegaban tarde y entraban en el aula, generando disrupción. Juntos, nuestra encuesta y los datos de las observaciones, revelaban los coses ocultos de esas interrupciones externas.

Nuestro estudio (Kraft & Monti-Nussbaum) reveló que las interrupciones externas eran una realidad habitual de la jornada escolar en las escuelas públicas de Providence. Tomadas en global, las clases observadas eran interrumpidas unas 15 veces por día, con intrusiones teniendo lugar a lo largo de todo el día y de la jornada. La fuente más habitual de interrupciones en secundaria y preparatoria fue una a la que se prestaba poca atención en la literatura de investigación: alumnos llegando tarde a clase o de forma disruptiva. No todo alumno que entraba a mitad de la clase distraía a sus compañeros o interrumpía la instrucción, pero eran los suficientes para hacer de esto un problema obvio. Se unían llamadas por el interfono, llamadas de teléfono, interrupciones cortas de otros profesores, personal escolar... que eran también habituales.

Incluso las pequeñas interrupciones pueden estropear el aprendizaje

Encontramos que en las escuelas en que las interrupciones eran más frecuentes, era más probable que las interrupciones fueran perjudiciales para el aprendizaje. En los colegios que tenían una media de 15 interrupciones diarias, más de un 59% de profesores reportaron que estas interferían de alguna manera en el aprendizaje. Y aproximadamente la mitad de las interrupciones observadas en las clases resultaron en una disrupción del aprendizaje: generalmente, los alumnos dejaron la tarea y el profesor tuvo que reorientar su atención antes de continuar la clase.

Las pequeñas interrupciones y la disrupción que crean puede provocar una importante pérdida de tiempo de aprendizaje. A partir de los datos recogidos por la observación, estimamos que aproximadamente 3 minutos y medio son perdidos por las interrupciones en cada clase a lo largo del día. La estimación de pérdida de los profesores es aún mayor, con casi 6 minutos y medio. Escalando estos datos a las 5,5 horas diarias y a los 180 días de colegio anuales, los datos sugieren que los alumnos pierden entre 10 y 20 días de tiempo de enseñanza a lo largo del día. Esto es suficiente para categorizar a todos los alumnos como estudiantes absentistas - todo esto mientras están en el colegio -.

Más allá de la pérdida de tiempo de enseñanza, las intrusiones innecesarias socavan la capacidad de los profesores para mantener la fuerza de la lección. Estas interrupciones pueden cambiar totalmente el plan de la clase y provocan que haya que volver a enseñar grandes cantidades de material. Vimos como pequeñas interrupciones se podían convertir en distracciones prolongadas. Un pequeño anuncio del ganador de un debate generó un debate sobre quién fue; una felicitación de cumpleaños a un profesor visitante degeneró en un debate sobre su edad. La evidencia de la psicología (Altmann & Trafton, 2004; Gillie & Broadbent, 1989), sugiere que estas disrupciones tienen consecuencias directas en el aprendizaje de los alumnos; los estudios han mostrado que incluso las pequeñas interrupciones afectan negativamente al recuerdo de información y al éxito en las tareas.

No tiene que ser de esta manera

Un descubrimiento alentador de nuestro estudio fue que las interrupciones habituales no son algo que tenga que formar parte queramos o no del colegio. Las interrupciones eran mucho menos frecuentes en unos colegios que en otros, y las escuelas tienen control directo sobre muchas de las interrupciones más habituales. Algunos colegios utilizan las asambleas diarias y períodos similares como vías alternativas de dar anuncios y hacer llegar mensajes a estudiantes individuales. Los directivos deberían de valorar el dejar de usar de forma habitual el intercomunicador general o usarlo solo en momentos concretos del día. Distraer a centenares de alumnos para llamar a uno a secretaría es mala praxis educativa.

Los colegios debería también reducir las visitas a las aulas y las llamadas en medio de clase, cambiando todas esas comunicaciones a mensajes de texto o correos electrónicos. Se pueden establecer normas claras y generales sobre cuándo y para qué se puede interrumpir las clases para una visita, una llamada... Los profesores pueden designar también a un alumno que atienda estas incidencias y colocar una señal en la puerta que pida a los visitantes que dejen una nota antes que llamar o entrar.

Limitar las interrupciones de los alumnos que llegan tarde a clase es un problema más espinoso. Hay colegios para los cuales no es un problema, pero para distritos como el de Providence, es un reto mayúsculo. Aunque los colegios tienen menos control sobre la asistencia y puntualidad de los alumnos que sobre otras interrupciones externas, hay pasos que se pueden tomar para fomentar la asistencia. La investigación sugiere que una comunicación más habitual con los padres, que trabaje en equipo con los mentores de la comunidad, fortificando las relaciones entre profesores y alumnos y estableciendo rutinas de clase habituales para los alumnos que llegan tarde, puede marcar la diferencia (Gottfried & Hunt, 2019).

Numerosos estudios han descubierto que enviar letras personalizadas a los padres poniéndolos al día sobre la asistencia de sus hijos, enfatizando la responsabilidad parental y remarcando los efectos negativos de faltar al colegio, puede incrementar la asistencia (Robinson et al., 2018; Rogers & Feller, 2018). Los esfuerzos de los profesores en construir relaciones sólidas con sus alumnos puede motivarlos a que asistan a clase de forma regular y a que entren sin interrumpir cuando lleguen tarde. Sistemas tan sencillos como tener una bandeja con los materiales de la clase disponible para que puedan recogerlos o designar a un alumno responsable que les explique tranquilamente lo que se está haciendo, puede ayudar a los que llegan tarde a conectar más rápido con la clase. En algunos colegios, los profesores de soporte acompañan a los alumnos que llegan tarde a sus aulas y les ayudan a orientarse en la lección.

Tomar medidas para romper con las interrupciones

En definitiva, podemos arreglar el problema de las interrupciones de clase si lo reconocemos. Las interrupciones externas no son solucionadas, en parte, porque los directivos subestiman su frecuencia y sus efectos negativos. En los colegios de preparatorio de Providence que observamos y encuestamos, los directivos valoraban la existencia de un 58% menos de interrupciones de las que realmente había. Los líderes deberían de trabajar con los profesores para tener una idea clara de lo que pasa realmente en las aulas y reducir las interrupciones. Un par de primeros pasos para hacerlo serían:

- Empezar un sondeo en tu colegio. Pedir a los profesores que midan las interrupciones y compararlas entre clases y cursos. Discutir estos datos con el equipo directivo.

- Después de valorar los datos, decidir como una comunidad escolar cuáles serán las normas alrededor de las interrupciones externas. ¿Qué interrupciones externas son necesarias y cuáles deberían ser eliminadas? Desarrollar un enfoque organizacional que lleve a reducir las interrupciones, valorando cómo va y ajustándose.

Respetar el tiempo de los profesores

Permitir que las interrupciones externas tengan lugar de forma habitual, transmite una falta de respeto implícita por el valor del trabajo de los profesores y del tiempo de aprendizaje de los alumnos. Ahora, más que nunca, necesitamos proteger los esfuerzos de los profesores y defender el tiempo de instrucción. Limitar las interrupciones externas es una buena manera de conseguir esto cuando volvamos al aula.


Referencias:

Altmann, E. M., & Trafton, J. G. (2004, January). Task interruption: Resumption lag and the role of cues. In Proceedings of the Cognitive Science Society26(26).

Gillie, T., & Broadbent, D. (1989). What makes interruptions disruptive? A study of length, similarity, and complexity. Psychological Research50(4), 243–250.

Gottfried, M. A., & Hutt, E. L. (2019). Absent from school: Understanding and addressing student absenteeism. Cambridge, MA: Harvard Education Press.

Kraft, M. A., & Monti-Nussbaum, M. (2020). The big problem with little interruptions to classroom learning (Ed Working Paper: 20-227). Annenberg Institute at Brown University.

Robinson, C. D., Lee, M. G., Dearing, E., & Rogers, T. (2018). Reducing student absenteeism in the early grades by targeting parental beliefs. American Educational Research Journal55(6), 1163–1192.

Rogers, T., & Feller, A. (2018). Reducing student absences at scale by targeting parents' misbeliefs. Nature Human Behaviour2(5), 335–342.







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