sábado, 17 de marzo de 2018

Tradición y progreso en educación (XIV): el mito del 'aprendizaje pasivo'



Una de las expresiones más populares en los ambientes educativos es la de 'aprendizaje pasivo'. Se tiende a etiquetar determinadas prácticas educativas como 'pasivas', habitualmente refiriéndose a estrategias didácticas o actividades como la instrucción directa, la clase magistral, la lectura silenciosa, el trabajo individual...

Se suele pensar también que si el profesor tiene un papel directivo en el aula, el papel de los alumnos en ella pasa a ser pasivo. Tendrían que ser ellos los que decidieran libremente qué hacer, 'moverse' para que realmente haya 'aprendizaje activo'. Pero... ¿esto es realmente así?

La respuesta es que no. Los que seguís este blog habréis podido leer otros posts en los que he hablado sobre la instrucción directa explícita (https://goo.gl/Zb2hMY) y lo altamente interactiva que es, sobre el valor de una buena clase magistral, sobre lo importante que es la lectura pausada y atenta y cómo esta es plenamente activa (https://goo.gl/hpjLwZ)...

Ken Sheck, en un comentario al artículo de Blake Harvard 'In Defense of Lecture in the Classroom' (https://theeffortfuleducator.com/2018/03/12/in-defense-of-lecture-in-the-classroom/), lo resume perfectamente:

"... el término 'aprendizaje pasivo' es un oxímoron. No existe. Si los estudiantes están aprendiendo, entonces no están pasivos, y el aprendizaje no siempre ha de incluir movimiento o conversación..."

Qué bien resumido. Lo que acaba determinando el aprendizaje es la atención. El aprendizaje es un ejercicio de cognición focalizada. Sin prestar atención a un material o información determinados no puede haber aprendizaje. La dicotomía entre aprendizaje pasivo y aprendizaje activo no ayuda. Pongamos un ejemplo de 'metodologías activas': un estudiante puede aparentar estar 'activo' en su aprendizaje porque está discutiendo con su grupo una cuestión, o utilizando un material manipulativo... pero puede ser que no esté aprendiendo realmente nada. Si la evaluación del aprendizaje del estudiante y sin constatar si realmente aquello trabajado ha quedado en su memoria a largo plazo, los profesores y estudiantes no deberíamos de asumir que el aprendizaje ha tenido lugar.



Lo mismo pasa con aquella prácticas etiquetadas como 'pasivas': nos puede parecer pasivo que un alumno esté leyendo tranquilamente, o porque esté haciendo unos ejercicios de forma individual... Pero será a través de la evaluación que podremos constatar si un alumno ha aprendido o no.

Por lo tanto, no existe el 'aprendizaje pasivo'. Si un estudiante está aprendiendo, significará que está cognitivamente activo, y un estudiante puede aprender a través de la instrucción directa explícita, del trabajo cooperativo, de una clase magistral, de la lectura silenciosa, de un debate con otros compañeros, de un experimento científico, del uso de unos manipulables matemáticos... Lo que ha de hacer que optemos por una u otra práctica no es la etiqueta que se le haya puesto de forma ampulosa (metodología activa, práctica pasiva...) sino la reflexión sobre si es el mejor instrumento dada la edad del alumno, el contenido curricular que se quiera trabajar, el grado de dominio (novato/experto) que se tenga, los resultados en el aprendizaje (que se podrán constatar a partir de la evaluación...). Para ello es fundamental conocer las diversas prácticas educativas, la investigación y experiencias que se hayan llevado con ellas a cabo, el para qué sirven...

El 'aprendizaje pasivo': un mito del aprendizaje. ¿Estáis de acuerdo? Yo comparto plenamente la conclusión de Blake Havard en su último post de 'The effortful educator' (https://goo.gl/pmUfKJ).

Fuentes:
https://theeffortfuleducator.com/2018/03/12/in-defense-of-lecture-in-the-classroom/
https://theeffortfuleducator.com/2018/03/16/the-myth-of-passive-learning/

domingo, 11 de marzo de 2018

Sobre la enseñanza de la lengua, el juego y la instrucción directa: una mirada a los primeros años



Hace unos cuantos meses, estuve hablando en este artículo (https://goo.gl/aWrxqg) sobre la importancia de la instrucción explícita durante los primeros años. En ese artículo estuve comentando un interesante informe de la OFSTED sobre como enfocar la instrucción durante los primeros años, especialmente por lo que se refiere al año previo al inicio de la primaria. Al cabo de un tiempo, encontré este otro artículo (https://primarytimery.com/2018/01/01/why-you-are-both-right-early-years-vs-traditional-teaching/) que me ha hecho pensar y reflexionar al respecto. Recojo las reflexiones en este artículo, en el que hablaré sobre la lengua oral, la conciencia fonológica, la lectura, los tipos de conocimiento...

Según David C. Geary, existen dos tipos de conocimiento: conocimiento primario y conocimiento secundario.



El primero, el conocimiento biológicamente primario, es un tipo de conocimiento que hemos evolucionado para adquirir de forma natural. Un ejemplo sería el aprendizaje de la lengua materna. Desde hace ya tiempo el ser humano ha estado hablando, cosa que ha permitido que desarrollemos la capacidad de aprender la lengua materna de forma natural: los niños no necesitan que se les enseñe a mover la lengua para aprender a hablar. En esta categoría entrarían otros aprendizajes que se desarrollan también de forma natural como aquellos sobre nuestro entorno más próximo (que el agua fluye, la diferencia entre duro y blando...), sobre la biología (cómo es una hormiga, la sensación de la hierba que se ha congelado y pisamos...), sobre las relaciones humanas (el cómo compartir y negociar, el aprender a disculparse...). Son aprendizajes que se desarrollan a través del juego, del descubrimiento y de forma natural en la mayoría de ocasiones.

En cambio, el conocimiento biológicamente secundario lo conforman aquellos aprendizajes que son relativamente recientes y para los cuales no hemos desarrollado todavía una capacidad natural de aprendizaje. Entrarían aquí el aprendizaje de la lengua escrita (lectura y escritura), de las formas más formales de la lengua oral, de las matemáticas (resolución de problemas, algoritmos, etc), de las ciencias (pensamiento científico, etc). Muchos de estos conocimientos hace solo unos pocos miles de años que los utilizamos, como la lengua escrita, y requieren de una instrucción clara y directa para ser aprendidos.

Esta distinción me parece interesante a la hora de considerar qué aprendizajes habría que realizar en la etapa de infantil y cuáles en la etapa de primaria. Hay muchos de ellos que, sin lugar a dudas, se entrecruzarán, pero es importante tener elementos de referencia que nos permitan valorar si lo estamos haciendo bien o no.

En la etapa de infantil, claramente, el juego tiene unas posibilidades inmensas. Los niños pequeños necesitan de tiempo para aprender con la cabeza y con el cuerpo toda una serie de aprendizajes fundamentales: sus músculos se están desarrollando, han de aprender a relacionarse con los espacios, a mantener el equilibrio, a coger un lápiz, a cortar con unas tijeras... Es un momento en que el juego ha de ser el protagonista principal, con un ambiente positivo, en el que haya adultos que se preocupen con ellos en la tarea de explorar y tomar riesgos... No hay que olvidar que hasta hace relativamente pocas décadas, estos aprendizajes se llevaban de forma natural en la familia. En nuestras sociedades modernas tenemos el hándicap de que en numerosas ocasiones la forma de vivir nos aleja de la interacción directa con el mundo natural, de la riqueza de las relaciones familiares extensas que había hace unos años... 

El entorno familiar y social de los padres, en este sentido, juega un papel fundamental especialmente por lo que se refiere a si es rico culturalmente, si se establecen en él relaciones positivas... Es una etapa durante la cual, en el caso de muchos niños, es el momento de asentar las palabras fundamentales de nivel 1: mesa, elefante, hongo, coger, dejar, comer... palabras habituales, del día a día, que posiblemente un entorno cultural familiar pobre puede no ofrecerle. Como vemos, durante la etapa de infantil se trabajan principalmente los conocimientos biológicos primarios.

Cuando empieza la primaria, en cambio, empieza el aprendizaje de los conocimientos biológicos secundarios. En la mayoría de países, el cambio de educación infantil a primaria se suele caracterizar por los cambios en el currículum, que pasa de ser más bien general (de capacidades, hábitos...) a otro más concreto, dividido por áreas, ámbitos de conocimiento. Es el momento del aprendizaje de la lectoescritura: la descodificación, el aprendizaje de las grafías, de la estructura gramatical del lenguaje; se empieza a profundizar en el currículum matemático: principio numérico, operaciones matemáticas, nociones de medidas, de geometría... Se introduce a los alumnos en el pensamiento científico, en las ciencias sociales, en el lenguaje musical. La mayoría de estos conocimientos son aprendidos mejor y de forma más efectiva por la mayoría de alumnos si son enseñados de forma directa, en vez de esperar a que lleven a cabo ellos por sí mismos todo el proceso de descubrimiento.

Sin embargo, yendo más allá de esta distinción, que sirve para la mayoría de casos y para entender la distinción entre las dos etapas, hay toda una serie de aprendizajes fundamentales que conviene enseñar de forma directa ya en la etapa de infantil. En primer lugar, están aquellos aprendizajes previos a la adquisición de la lectura: el desarrollo de la lengua oral, la conciencia fonológica (comparación de sonidos, segmentación y combinación de fonemas, las rimas...), el principio alfabético (conocimiento de las principales letras, etc.). Estos son aprendizajes que hay que llevar a cabo especialmente durante la última etapa de infantil (P-4 y P-5) y que son fundamentales para aprender a leer y escribir en 1º de primaria. ¿En qué edad hay que aprender a leer y escribir? Es primero de primaria el año clave, y tenemos los dos años de primero y segundo para asegurar el desarrollo de estas habilidades, pero sin el trabajo previo fundamental a nivel de lengua oral será muy difícil conseguir este objetivo. 

Y esta enseñanza de la lengua oral, de la conciencia fonológica y de los aprendizajes matemáticos ha de ser principalmente de modo directo: la distinción entre los diversos fonemas, el aprender a distinguir las palabras en una secuencia fónica, desarrollar la capacidad de articular todos los fonemas, aprender a relacionar cantidades y números... Son algunos de estos aprendizajes. Algunos podrán desarrollarse a través de juegos, pero en todos será fundamental el papel directivo del profesorado. Además de juego libre, de rincones, de talleres... será importante la instrucción a todo el grupo.

Del mismo modo, ¿significa lo dicho antes que el juego no tenga cabida en primaria? No. El juego tendrá un papel importante en gran parte de los aprendizajes durante la primaria, pero tendrá que estar supeditado a los objetivos académicos y tendremos que tener en cuenta también que no todos los contenidos se podrán aprender a través del juego, y esta es una variable que hemos de tener en cuenta. Habrá veces en que un juego de cálculo mental, por ejemplo, nos servirá para repasar las principales operaciones matemáticas, o uno de lengua para trabajar la expresión oral... pero habrá veces en que la mejor actividad para trabajar un contenido no será lúdica, y ello no significará que no interese e involucre a nuestros alumnos. Muchas veces el conocimiento en sí es lo que más les llama la atención: descubrir y aprender cosas nuevas.

Llegados a este punto, me gustaría plantear diversas preguntas que nos ayuden a reflexionar: ¿Se ajusta nuestro modelo al que hemos explicado aquí? ¿Se trabajan en educación infantil esos aspectos fundamentales que son la lengua oral, la conciencia fonológica, el principio alfabético? ¿Estamos partiendo quizás en primaria de un enfoque por descubrimiento que ha demostrado no ser la mejor opción para el aprendizaje de los principales contenidos académicos? ¿Tenemos un modelo claro de adquisición y aprendizaje de la lectoescritura? ¿Utilizamos el juego en las diversas etapas educativas, ajustándonos a la edad madurativa de los alumnos y al contenido curricular que queremos trabajar y que aprendan?

El segundo artículo que comentaba al principio (https://primarytimery.com/2018/01/01/why-you-are-both-right-early-years-vs-traditional-teaching/) me gustó por el enfoque que planteaba. Los primeros años de educación infantil han de tener unas características determinadas, que se fundamentan en las características de los aprendizajes que hay que desarrollar durante esas edades. Sin embargo, cuando se empiece con contenidos más complejos como la lectura, la escritura... será importante cambiar el enfoque. Necesitamos que la práctica en la escuela sea una práctica reflexiva, en la que nos preguntemos si aquello que hacemos es realmente lo mejor en base a los objetivos que nos planteamos, a sus resultados...

En esta línea, para los que entendáis el catalán, os adjunto esta interesante conferencia de Enriqueta Garriga, sobre la importancia de la conciencia fonológica para el aprendizaje de la lectoescritura:


También, el Departament d'Ensenyament acaba de publicar unas interesantes pruebas, las PACBAL, que valoran las dificultades en la adquisición de la lectura y escritura, desde P-5 a 2º de primaria: http://xtec.gencat.cat/ca/curriculum/primaria/competencies-basiques-ambits/ambit-linguistic/pacbal/ (solo están en catalán).