domingo, 22 de noviembre de 2020

La función principal de la escuela y sus efectos incidentales: una reflexión

Imagen de 14995841 en Pixabay 

Una de las ideas que he comentado y citado de forma recurrente en el blog es la de que la función principal de la escuela, en cuanto que institución, es la académica y cultural. Esta es una idea que a bastantes personas les sorprende, y es habitual que se convierta en objeto de debate. Leyendo a Roger Scruton (Cómo ser conservador, 2018) he encontrado esta idea perfectamente explicada, ya que distingue entre el que es el propósito interno de una institución y sus efectos incidentales. El primero lo constituiría esta finalidad académica y cultural: la enseñanza. Este es fundamental, ya que conforma lo que es propiamente la escuela. En cambio, los efectos incidentales, aunque deseables (educación emocional, crecimiento personal, establecimiento de relaciones con otras personas, servicio a los demás...), no se pueden convertir en el fin de la escuela, ya que si dejamos de lado el fin primero para centrarnos en los efectos incidentales, estos, paradójicamente, dejan de obtenerse. Reproduzco ahora el texto de Scruton para que lo valoréis vosotros mismos:

"Esto [dejar de lado la naturaleza intrínseca de la escuela] sucedió con las instituciones docentes en Gran Bretaña y América cuando los igualitaristas las pusieron en su punto de mira en los años sesenta. Se convirtió en política del gobierno ver los colegios no como asociaciones para la transmisión del conocimiento, con sus propósitos internos que desarrollar según las necesidades y deseos de sus miembros, sino como instrumentos de ingeniería social. El plan de estudio, los exámenes y la disciplina fueron revisados a la luz de su contribución al propósito rector, que no era otro que la eliminación de las distinciones y las ventajas injustas, de modo que todos los chicos entren en la vida adulta con iguales oportunidades de alcanzar una vida valiosa.

Los igualitaristas estaban convencidos de que podría haber un enriquecimiento mutuo entre los propósitos sociales y los educativos: esa es la hipótesis de la que parte la vasta literatura sobre reforma de la enseñanza que se propagó por las escuelas pedagógicas en los años sesenta. Los colegios, se argumentaba, no existen solo para aprobar exámenes; son lugares donde los niños se socializan y donde sus futuras perspectivas sufren una miríada de influencias. ¿Por qué no deberíamos elaborar el plan de estudios y el horario escolar de modo que se puedan igualar sus oportunidades?" (Scruton, 2018:71).

¿No os suena este planteamiento? Es el que se lleva aplicando en la mayoría del mundo educativo occidental desde hace décadas. Pero, como hemos dicho, paradójicamente, en el momento en el que se pierde de vista el fin último de la escuela, el cultural y académico, esta deja de conseguir esa función por la equidad que posibilitaba la escuela (y es por las decisiones de los mismos que buscan esa equidad). Sigue Scruton:

"Razonar así es ignorar la distinción entre el propósito interno de una institución y sus efectos incidentales. Quienes deciden jugar un partido de fútbol tienen la intención de marcar goles: si descuidan ese objetivo, el juego deja de existir. Pero los efectos incidentales de su participación son numerosos: hacer ejercicio, disfrutar de la compañía, divertirse. Por buenos que sean esos efectos, no pueden convertirse en el propósito del juego sin destruir el juego, perdiendo así sus buenos efectos. Del mismo modo, los numerosos buenos efectos de la educación se producen no porque se persigan, sino porque no se persiguen: surgen como subproductos de perseguir alguna otra cosa, que es el conocimiento. Si el conocimiento pasa a considerarse meramente como un medio de conferir ventajas sociales, y no se procura por sí mismo, entonces se pierden tanto el conocimiento como las ventajas que confiere. Sin embargo, cuando se procura por sí mismo, el conocimiento deja de ser una propiedad común. Sus ventajas estarán siempre desigualmente distribuidas. No nos debería sorprender, por tanto, el declive de la docencia del que hemos sido testigos en todo el mundo occidental desde que se impuso en los colegios la agenda igualitarista. Es el resultado inevitable de confiscar el fin real de la educación, que es la educación, concebida como un fin en sí misma, y sustituirlo por otro al que ningún colegio puede aspirar coherentemente ni lograr de forma fiable, que es la igualdad" (Scruton, 2018:71-72).

¿Cuál es, entonces, la mejor opción si queremos una escuela que procure la igualdad y la equidad? Pues una escuela que no olvide su fin primario y principal, que es el conocimiento, el transmitir a los alumnos todo ese vasto abanico de conocimientos culturales, literarios, científicos... Y es ese tipo de escuela el que, paradójicamente, mejor obtiene otros efectos incidentales: educación emocional, aprendizaje del servicio a los demás, de la importancia de la relación con los otros. El ejemplo que pone Scruton del equipo de fútbol lo deja muy claro. La escuela a la que se le quita el propósito interno (la enseñanza) para sustituirlo por un beneficio incidental (educación emocional, escuela para la vida...) acaba por no conseguir ni el primero ni el segundo.

Referencias:

Scruton, R., 2018. Cómo Ser Conservador. Homo Legens.

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