domingo, 5 de mayo de 2019

'Los pedagogos' (III): John Locke



Seguimos con la serie de artículos del magnífico libro de Jean de Viguerie de 'Los pedagogos'. Después de haber hablado de Erasmo de Rotterdam y de Comenio, hoy toca dedicar un artículo a la figura del inglés John Locke. Locke fue una de las principales figuras del siglo XVII inglés y estuvo plenamente involucrado en el ambiente cultural y político del país anglosajón. Entre sus diferentes facetas, hay que destacar su interés por la educación.



Su pensamiento educativo parece, a primera vista, sensato. Destaca la importancia de mostrar aprecio por el niño, de hacerle comprender que se le quiere, el ser moderadamente severo, el conseguir que el niño domine sus apetitos e inclinaciones...

Sin embargo, para Locke no es prioritario desarrollar la inteligencia el niño. Para él, aunque la instrucción es necesaria, 'no es el principal objetivo de la educación', porque para él, 'el hombre virtuoso y sabio' es superior al 'más capaz de los académicos'. Esto puede ser cierto, pero, como afirma Jean de Viguerie, '¿No podría conseguirse que el buen académico fuese al mismo tiempo virtuoso y sabio?'. Tenemos aquí quizás el germen de la oposición que se establece hoy en día entre la función académica e instructora de la escuela y la educadora, como si ambas fuesen incompatibles. La principal función de la escuela ha de ser la académica y es a través de ella que se pueden trabajar las otras funciones y dimensiones, no oponiéndolas.

John Locke da también una significativa preferencia a los conocimientos 'útiles'. En la escuela hay que aprender aquello que sea 'útil': trabajos prácticos, lenguas como el francés o el latín... Otras áreas como la filosofía y la gramática es mejor dejarlas, ya que no tienen un valor útil real. 

Defiende también que es mejor dejar las disertaciones y los versos latinos. Para Locke, 'El pobre niño no sabe nada de lo que tiene que hablar... No piensa nada' (sic).  En esta línea está su visión de la memoria, de la cual tiene una idea simplista: la ve como algo separado de la inteligencia y no cree que pueda ser entrenada mediante el hábito y el ejercicio. 

Existe en el pensamiento educativo de Locke un marcado antiintelectualismo, que se acrecienta cuando se considera su visión de la literatura y los libros. ¿Han de leer los niños? Sí, pero no más de 10 libros (él realiza una pequeña lista, que incluye Las Fábulas de Esopo, 3 historiadores latinos de 2ª fila, una historia santa, un catecismo y un par de obras más). Recomienda 'no atiborrar las cabezas', ya que cree que no es conveniente 'llenar la cabeza de los niños de conocimientos' (esta afirmación de hace 3 siglos es muy similar a las que hacen algunos gurús actuales).

Luego está su visión del alumno y de cómo ha de ser la relación con él por parte del profesor. Irá contra lo que él considera el 'método tradicional de las escuelas'. John Locke está en contra de dar órdenes y de obligar. ¿Cómo conseguirá entonces que el niño le haga caso? El arte supremo consiste en transformar en juegos todo lo que los niños deben hacer, incluido el estudio. Como se puede ver, Locke es uno de los primeros defensores de la gamificación y del Learning by doing, 2 'nuevas metodologías' con tres siglos de edad. 
Para él, hay que 'engañar a los niños', haciéndoles jugar hasta que se cansen de hacerlo y pidan el ponerse a estudiar. Defender el engañar al niño es un planteamiento cuanto menos peculiar, ya que por un lado es una falta de respeto hacia su persona y, por el otro, posiblemente acabe generando que no distinga entre juego y estudio (como nos pasa hoy en día). 

El pensamiento educativo de John Locke, pues, tiene diversos ejes que hay que tener en cuenta porque sus reminiscencias son plenamente actuales:
a) La oposición entre el ser un buen académico, lo intelectual y el ser buena persona. Contrapone en cierta medida ambos aspectos.
b) El antiintelectualismo, con una visión reducida de la memoria, que separa de la inteligencia, la depreciación de la lectura.
c) El utilitarismo: solo vale en la instrucción aquello que tiene una función útil.
d) Una visión del alumno que lo desacredita, ya que defiende el engañarlo para que haga lo que quiere el profesor. 
e) La mezcla y confusión entre aprendizaje y juego, una idea que en los siguientes siglos cogerá más fuerzas.

Como se ve, muchos de los planteamientos actuales que apuestan por una escuela en que se dedique más tiempo a las materias consideradas útiles, por la desacreditación de la memoria (no atiborremos las cabezas de los niños de datos), por el juego... hunden sus raíces en el pensamiento de Locke. Es bueno conocer el pasado para saber de donde vienen nuestras ideas, aquello en lo que creemos y hacia dónde queremos ir. En el siguiente post, toca hablar sobre una figura clave en la evolución del pensamiento occidental y educativo: Jean-Jacques Rousseau.

Bibliografía:
  • de Viguerie, J. (2019). Los pedagogos: ensayo histórico sobre la utopía pedagógica (1st ed., pp. 45-56). Madrid: Ediciones Encuentro.

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