domingo, 24 de febrero de 2019

El valor del silencio en el aula



He descubierto hace poco un nuevo blog en inglés bastante interesante, en este caso sobre enseñanza de las matemáticas, en el que escribe Jemma Sherwood, profesora de matemáticas y jefa de departamento en una escuela de secundaria inglesa.

En este caso, me llamó la atención un artículo sobre el valor del silencio en el aula. Después de leerlo me gustaría compartir una serie de ideas en torno a los diversos puntos y argumentos que plantea en el post, ya que es un tema importante. En nuestras clases, ¿dejamos hablar con total libertad? ¿Es importante o no dejar hablar a los alumnos? ¿Qué tipos de conversaciones son buenas? ¿Tiene que haber siempre silencio? ¿Realmente hay más aprendizaje en un aula en la que se habla más (como se afirma a veces)? ¿Tenemos que dejar hablar en clase?

Primero, tendríamos que fijarnos en las dinámicas y en la gestión del aula. Si dejamos hablar a los alumnos con libertad mientras trabajan, nos encontraremos siempre alguien que hable sobre alguno otra cosa diferente a aquello que se está trabajando. Aquellos que tengan menos facilidad para concentrarse, que les cueste más el trabajar de forma continuada... serán los primeros en desconectar y ponerse a hablar. ¿Hay que dejar hablar, pues, con libertad? La respuesta es que no. El establecer en qué momentos tiene que haber una conversación del profesor con todo el grupo, trabajo individual, conversación en pequeños grupos... es una tarea que compete al profesor y en la que es fundamental establecer desde el principio unas expectativas altas y unas pautas claras. Y tenemos que tener, como afirma Doug Lemov en 'Teach like a Champion', un sistema que nos permita gestionar las situaciones de aquellos alumnos que decidan no respetarlo.

Un segundo ámbito lo conforman la concentración y el aprendizaje. Una clase en la que hay libertad para hablar es un aula en la que se hace más difícil aprender. ¿Por qué? Como describe Jemma Sherwood en su post, mientras escribe el artículo, puede concentrarse porque lo está haciendo en una habitación tranquila, sin ruidos, en la que puede relajarse... Si tuviera la TV puesta o hubiera varias personas hablando a la vez, seguramente no podría concentrase para escribir bien.

Cuando estamos intentando aprender algo nuevo, lo primero y fundamental es el poder dirigir nuestra atención sostenida hacia el nuevo objeto de aprendizaje, antes que discutirlo con otros. Es posible que llegue un momento en el que tengamos que hacer preguntas o en el que pueda irnos bien para profundizar en el tema hablar con otro, pero no suele ser el caso al inicio de la secuencia didáctica.

Como nos demuestra la ciencia cognitiva, recordamos aquello sobre lo que pensamos; por ello las distracciones (de cualquier tipo), reducen nuestras posibilidades de aprender algo. ¿Somos conscientes? Por ejemplo, estudiar mientras se escucha música no es lo mejor ya que, aunque nos parezca lo contrario, la música divide nuestra atención.

Un problema que tenemos en este ámbito es que para muchos profesores, en muchos colegios... el silencio se ha vuelto algo ajeno, y se lo ve como algo 'tradicional', con lo que los alumnos no aprenden, y se da en cambio un exceso de valor a la conversación, al que haya 'ruido' en las clases. Y esto olvida algunos de los principales descubrimientos de la ciencia cognitiva, como el de la existencia de la memoria de trabajo, que es reducida, y a través de la cual ha de pasar aquello que queremos aprender. Cuantos más ítems haya (ruido, tener que dialogar con el compañero...) más difícil será el aprendizaje, sobretodo en los primeros momentos de la secuencia de aprendizaje.

Por esto, creo que la gestión del aula ha de depender del maestro y, en la mayoría de casos, tendrán que esperar silencio. Especialmente en dos casos: en primer lugar, cuando esté interaccionando con todo el grupo, con todos atentos, haciendo preguntas, pequeñas explicaciones, estableciendo pequeñas conversaciones con los alumnos con la atención de todos. Tenemos que reivindicar el valor de la escucha en el aula, y de llevar a cabo esta instrucción a todos los alumnos (también conocida como instrucción directa). En segundo lugar, también será importante cuando toque trabajar de forma individual. Tenemos que posibilitar que en las aulas exista un ambiente de silencio, de concentración, en la que los alumnos no tengan que preocuparse porque alguien quiera llamar la atención y puedan concentrarse en aquello que trabajan.

¿Y dónde cabe aquí la conversación? Junto con estas dos formas de trabajo, exista la de pequeños grupos, o trabajo cooperativo, que se combina con las otras dos que se han comentado previamente. Esta es buena en determinados momentos de la secuencia didáctica (para llevar a cabo la práctica guiada, para revisar conceptos, para hacerse preguntas, para ayudarse en un tema concreto...). Pero será el maestro el que determine cuándo se habla, el motivo, y de qué. Los períodos de conversación serán cortos y controlados, supervisados por el profesor. Como se ve, existen 3 grandes espacios en el aula: el del maestro con todo el grupo, los pequeños grupos y el individual, de los que espero hablar en posts futuros.

Hemos de reivindicar, pues, el valor del silencio en un mundo en el que cada vez resulta más difícil para los alumnos concentrarse y tener la oportunidad de trabajar de forma sostenida en una tarea por la constante distracción de los dispositivos digitales. Un ejemplo más sería el de la lectura. ¿Tienen nuestros alumnos la oportunidad de trabajar esa fantástica forma de ejercitar la atención sostenida que es la lectura? Y para poder leer concentrados es fundamental una cierta tranquilidad y silencio, que nos permita centrarnos en el texto.

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