Después de leer un reportaje en el Diari Ara lleno de tópicos negativos sobre la memoria, los deberes, los exámenes y la función cultural de la escuela, he querido escribir un nuevo artículo reivindicando el valor de la memoria. No es el primero que escribo, y ello demuestra la importancia de defenderla. La memoria es una de las grandes desprestigiadas de hoy en día. Cada vez es más habitual oír críticas hacia ella que vienen de todos lados:
'No ha de ser la base del aprendizaje'
'Hay que optar por una enseñanza más competencial y menos memorística'
'Lo importante es enseñar a pensar y no el conocimiento'
'Es una competencia más, útil, pero no fundamental'
'Para qué hay que aprender cosas si todo está en Internet'...
Estas críticas demuestran una importante falta de conocimiento sobre cómo funciona la cognición humana. La psicología cognitiva es una de las grandes desconocidas en las facultades de educación de nuestro país. De ahí que cada vez nos encontremos a más personas que defienden estos planteamientos.
En otros artículos (http://xurl.es/4m1u6 y http://xurl.es/0615d) he hablado ya sobre cómo funciona la memoria. Las diversas críticas contra la memoria son fácilmente desarticulables.
- Solo se ha aprendido aquello que haya quedado en la memoria (datos, conceptos o procedimientos).
- Para pensar de forma crítica o resolver un problema sobre un tema hacen falta conocimientos sobre ese tema.
- La memoria es la base para el desarrollo de las competencias y habilidades.
- Lo mismo pasa con el tema de buscar las cosas en Internet; aunque podamos acceder en cualquier momento a la web, toda la información que habrá en la red no nos servirá de nada sino tenemos los esquemas conceptuales mínimos necesarios en nuestra memoria a largo plazo que nos sirvan para entender lo que encontremos en la web, para orientar la búsqueda, para saber qué informaciones son significativas y cuáles no...
De ahí la importancia que tiene toda la transmisión cultural (ciencias, historia, geografía, lengua...) que tiene lugar en la educación obligatoria. Todo ese capital cultural nos permite situarnos, conocer y entender el mundo en que vivimos. Luego, si uno sigue con estudios superiores, este capital cultural se amplía al bachillerato.
La memoria, pues, es fundamental. Y no es posible ser crítico, analizar, evaluar... ¡Sin tener conocimientos en la memoria a largo plazo! La tendencia hoy en día es a querer comenzar la casa por el tejado. En este sentido, me gusta mucho este modelo de David Didau:
En él se ve cómo la memoria a largo plazo es la base de todo el aprendizaje, porque solo lo que queda en ella se ha aprendido y es la base para desarrollar nuevos aprendizajes. Es importante tener en cuenta los diversos niveles de profundidad del conocimiento: desde el primero, que se basa en el simple recordar, al último que se basa en la aplicación de los conocimientos aprendidos. En este sentido me parecen muy interesantes los diversos desarrollos de los distintos niveles de profundidad del conocimiento de Webb:
Cada uno de estos niveles del conocimiento es importante que lo tengamos en cuenta, sin querer ir demasiado rápido e ir directamente al último. Sin un dominio y conocimiento de los esquemas conceptuales básicos no conseguiremos que nuestros alumnos profundicen. Toda secuencia didáctica ha de permitir que el alumno vaya progresando en el dominio de la materia. Empezaremos con las habilidades básicas, conocimientos y conceptos fundamentales, vocabulario, fechas, fórmulas..., trabajando al principio la memorización, la comprensión. Y acabaremos con las habilidades complejas: pensamiento crítico, comparación, creatividad, resolución de problemas. Claro que no nos quedaremos en el nivel más básico, pero para llegar a las habilidades últimas, pasaremos por los diferentes niveles, permitiendo que los alumnos elaboren sus esquemas conceptuales.
Para esto, es fundamental tener un currículum claro, ordenado y organizado que, con un modelo de progresión, permita que todos los alumnos puedan aprender y dominar los diversos conocimientos y habilidades. Y para ello hay que tener clara la función cultural y de transmisión de la escuela. Y aquí tenemos un problema, porque gran parte de la filosofía pedagógica dominante no cree en la función cultural y transmisora de la escuela.
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