'Los niños aprenden mejor cuando se lo pasan bien. Las clases tienen que tener en cuenta los intereses del niño. El niño nunca aprenderá nada si se le fuerza. Aprender haciendo es mejor que aprender escuchando o viendo. Estos lugares comunes se siguen repitiendo en los seminarios universitarios y en las formaciones de profesores en todo el país, y en su corazón están las persistentes creencias de aprendizaje centrado en el niño*'
*Durante este artículo utilizaré esta expresión, que es la que utiliza Robert Peal en su libro para describir el paradigma educativo basado en el aprendizaje por descubrimiento, el primar el aprendizaje de habilidades generales por encima de conocimientos, etc. En el Reino Unido están mucho más marcadas las diversas escuelas de pensamiento educativo. Ya dediqué un artículo a explicar qué significa realmente 'poner al alumno en el centro', principio que apoyo plenamente cuando se utiliza en su sentido más acertado.
Con estas frases, que a muchos os sonarán, empieza la segunda parte del libro 'Progressively worse' del inglés Robert Peal. Y seguramente os sonarán porque son totalmente actuales. Algunas de ellas tienen parte de verdad, como cuando se habla sobre los intereses del niño. Es cierto que hay que partir de los conocimientos previos del alumno, y tenemos que destacarles la relevancia y el valor de lo que aprenden... pero el interés en sí no puede ser lo único que nos guíe (el criterio del conocimiento valioso no puede ser que en ese momento les apetezca o no estudiarlo). Lo mismo pasa con el pasárselo bien. Si se lo pasan bien, perfecto, pero no es el objetivo principal de la escuela. Por lo que se refiere a 'aprender haciendo', me planteo la siguiente pregunta: ¿'Escuchar' o 'ver' no es, también, 'hacer cosas'? El problema es cuando se toman las ideas que se refieren en un sentido absoluto. Sigue el autor:
'La premisa del aprendizaje centrado en el niño es que el aprendizaje es más posible que ocurra si el alumno descubre algo por sí mismo. Quizás la cita educativa más repetida es el proverbio atribuido a Confucio: "Escucho y olvido. Veo y recuerdo. Hago y comprendo". Este principio es sostenido como un artículo de fe entre el 'establishment' educativo, en el que la ortodoxia son la aversión a una clase en la que el profesor hable y dirija, y la reverencia por el 'aprendizaje independiente'. Cuando me formaba como maestro, un tutor me dijo que nunca tenía que exceder el 'límite de 5 minutos hablando' cuando hiciera una clase. Otro me dijo que un alumno solo podía escuchar a un profesor por los mismos minutos que el curso en el que estaba. Sigue siendo aceptado en muchos colegios de hoy en día la cita del Informe Plowden de 1967 de que "Está probado que el aprendizaje por descubrimiento es mejor para los alumnos que la instrucción directa"'
Y:
'Esta reconceptualización de los niños como conductores de su propio aprendizaje implica que solo aprenderán si ellos toman la decisión autónoma de hacerlo. Todo aprendizaje conseguido a través de los instrumentos 'coercitivos' de la vida escolar formal como los tests, deberes, ejercicios prácticos, memorización es visto como 'superficial'. En vez de ello, los profesores son responsabilizados de imbuir a los alumnos de una motivación intrínseca para aprender: las clases deberían de ser divertidas y alegres; el contenido de las materias tiene que ser relevante para los intereses actuales del alumno; y las preguntas de este tienen que determinar el curso de la lección.'
Otras veces ya lo hemos comentado. No es necesario que, para aprender algo, lo descubramos por nosotros mismos. Puede ser quizás motivante, pero si tenemos que volver a andar todo el largo camino de los descubrimientos geográficos, científicos, matemáticos... que ha hecho el hombre en los últimos siglos, no llegaremos muy lejos. Como se ha dicho, 'vamos a hombros de gigantes', nos apoyamos en el amplio 'corpus' de saber científico, cultural... que han descubierto las generaciones anteriores, y tenemos la responsabilidad de transmitirlo a nuestros alumnos. Tenemos que valorarlo. Cuando se plantea bien, motiva enormemente a los alumnos. Descubrir sobre los diversos seres vivos, sobre las reacciones químicas, resolver problemas, conocer los diversos continentes, disfrutar de la literatura... Son cosas que motivan y con las que se produce también aprendizaje real, se parta de donde se parta: una explicación oral, un libro de texto, un audiovisual, un experimento o una demostración...
Lo mismo pasa con los instrumentos que se citan: los exámenes, los deberes, la práctica repetida... son actividades de eficacia probada y no son superficiales, ya que ayudan a que ese conocimiento se asiente en la memoria a largo plazo, permitiendo luego profundizar e investigar. Bien gestionados también los disfrutarán nuestros alumnos. No nos podemos saltar pasos del proceso de aprendizaje solo porque no nos gusten. En el próximo post de la serie hablaremos de dos de las fuentes más importantes de evidencia.
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