sábado, 18 de febrero de 2023

¡Silencio, por favor!

Foto de Israel Andrade en Unsplash

Esta semana, Mirjam Neelen y Paul A. Kischner publicaron un interesante artículo sobre los espacios abiertos en educación, esa tendencia que se ha puesto tan de moda en los últimos años en nuestro país. Más de uno habremos oído hablar de escuelas que, para lanzar su nuevo proyecto innovador, tiraban tabiques y paredes (sin ir más lejos, el Horitzó 2020 de los jesuitas). Sin embargo, diversos estudios empiezan a apuntar en la línea de que, quizás, no sea la mejor opción, por lo que quizás mejor no dejarse llevar por los cantos de sirena del tirar los tabiques de las aulas... Ofrezco a continuación la traducción de su artículo

El artículo original, aquí: SILENCE, PLEASE!

¡Silencio, por favor!

Саковець, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons


Las oficinas abiertas son lugares de trabajo ruidosos. Los trabajadores se quejan de problemas para concentrarse y de falta de privacidad, por lo que han empezado a utilizar todo tipo de herramientas para aislarse del mundo exterior. Los beneficios predichos y asumidos de estos espacios de trabajo abiertos como más colaboración, más socialización, mejor comunicación y una productividad que se incrementaría no se encuentran por ningún lado.

Por lo que se refiere al éxito en tareas cognitivas, Helena Jahncke y David Hallman, por ejemplo, descubrieron que los trabajadores que llevaban a caso tareas cognitivas en espacios de trabajo más tranquilos aventajaban a los que lo hacían en espacios abiertos en un 14%. De hecho, ¡en los espacios abiertos los trabajadores prefieren enviarse correos a hablar los unos con los otros! La diferencia es considerable teniendo en cuenta que de los espacios abiertos se decía que ofrecerían una mejor productividad y mejor comunicación. Si los adultos -de los cuales se espera que sean buenos en regular su conducta- son entorpecidos en su trabajo por todo el ruido de los planes de oficinas abiertos, tenemos que preguntarnos qué consecuencias pueden tener los espacios de aprendizaje abiertos en los niños que tienen que intentar aprender en ese tipo de entorno [1].

Alerta de spoiler 1: Este blog no es un alegato contra los espacios abiertos y similares como concepto pedagógico (aunque es un nombre extraño cuando sabemos que en estos espacios tiene lugar menos aprendizaje) ni contra los teléfonos móviles en el aula (aunque deberían ser prohibidos).

Sin embargo, queremos indicar una nota crítica aquí. Tom Bennet OBE, autor de 'Running the Room' deja bien claro que la línea básica para la enseñanza y el aprendizaje es que, cuanto más orden hay en el aula (Sí, sabemos que es un anatema para algunos pedagogos progresistas, innovadores educativos y artistas de la educación), más tranquila, calmada y concentrada es la clase. Como consecuencia, los alumnos se pueden concentrar mejor, trabajar mejor y aprender más (y sus profesores enseñar mejor).

Alerta de spoiler 2: Esto no es un alegato a favor de una gestión del aula estricta, la suspensión de los alumnos disruptivos o sobre la importancia de mantener las 3 'P': paz, quietud y periodicidad en el aula.

De lo que queremos hablar es sobre la -cuestionable- preferencia de algunos pedagogos y profesores por métodos de instrucción en los cuales el trabajo práctico, colaborativo, cooperativo que incluye conversaciones y discusiones es la base.

Nota a parte: Paul fue profesor de la asignatura de Aprendizaje colaborativo a través de ordenadores y no está en contra, por lo tanto, del uso del aprendizaje colaborativo. Este, simplemente, no debería de ser el modo de enseñanza por defecto.

Alerta de spoiler 3: Este artículo es un alegato a favor de que haya menos ruido en el aula mientras se aprende.

Hemos sabido desde los 70 que el ruido de fondo (ej.: tráfico aéreo, línea de tren, calles transitadas, ruido de construcción...) afecta de forma negativa la habilidad de los alumnos para aprender a leer. Por ejemplo, Bronzaft y McCarthy (1975) descubrieron que los niños de la ciudad de Nueva York en los cursos de 3º y 4º que estaban en aulas en el lado del colegio por al lado del cual pasaba una línea de metro elevada estaban entre 3-5 meses por detrás de otros alumnos que estaban en el lado más tranquilo del edificio. Para cuando estaban en 7º y 8º, ¡estaban casi un año por detrás! Se puede leer la historia en este artículo del New York Times.

En un artículo de 2019 sobre ruido en el aula y aprendizaje, Connolly y colegas refirieron que, a medida que los niveles de ruido en el aula aumentaban, tanto el desempeño lector como el aprendizaje de vocabulario se reducían. En 2015, Zhang y Navejar se centraron en la relación entre el ruido ambiental y el desempeño en matemáticas en secundaria. Encontraron que el 40% de alumnos afirmaban que el ruido les molestaba y que, cuanto más irritante era, peores eran sus resultados escolares (notas de matemáticas). Finalmente, Pujol y otros (2014) descubrieron que un incremento en el ruido de fondo del aula de 10 decibelios (dB) era acompañado por una media de decrecimiento de 5,5 puntos en una escala de 100 para los alumnos de 8 y 9 años. Para ofrecer algo de contexto: en una clase 'normal', el nivel de ruido es de 45-50 dB, en una clase movida y ruidosa, es de 60-65 dB, mientras que en un aula en la que se habla mucho y se discute, el nivel de ruido llega a 68-73 dB. ¡Cuenta las pérdidas!

Los descubrimientos de estos 3 estudios apuntan a una clara conexión entre el ruido en el aula y el aprendizaje. A más ruido, menor aprendizaje. Desgraciadamente, vemos cada vez más que se espera de los niños que aprendan en aulas no solo acústicamente pobres, sino que se les pide que a la vez trabajan juntos en grupos en proyectos o grupos diferenciados de lectura o matemáticas, lo que conlleva un montón de discusiones y ruido. Vemos también que los alumnos tienen que leer y hacer matemáticas mientras el profesor va de un grupo a otro para observar y explicar. Todo esto conlleva una gran cantidad de ruido con ello, por lo que...

Si es difícil para los adultos concentrarse cuando hay un montón de ruido de fondo en los planes de oficinas abiertos, es aún peor para los niños el intentar aprender (y para los profesores el intentar enseñar) en las aulas escolares típicas de hoy en día. Por lo que, por favor, shhhhh.

Referencias:

Bronzaft, A. L., & McCarthy, D. P. (1975). The effect of elevated train noise on reading ability. Environment and Behavior, 7(4), 517–527. https://doi.org/10.1177/001391657500700406

Connolly, D., Dockrell, J., Shield, B., Conetta, R., Mydlarz, C., & Cox, T. (2019). The effects of classroom noise on the reading comprehension of adolescents. Journal of the Acoustical Society of America, 145(1):372. https://doi.org/10.1121/1.5087126

Jahncke, H., & Hallman, D. M. (2020). Objective measures of cognitive performance in activity based workplaces and traditional office types. Journal of Environmental Psychology,72, 101503. https://doi.org/10.1016/j.jenvp.2020.101503

Pujol, S., Levain, JP., Houot, H. et al. (2014). Association between ambient noise exposure and school performance of children living in an urban area: A cross-sectional population-based study. Journal of Urban Health, 91, 256–271. https://doi.org/10.1007/s11524-013-9843-6

Zhang, B., & Navejar, R. (2018). Effects of ambient noise on the measurement of mathematics achievement for urban high school students. Urban Education, 53, 1195-1209. https://doi.org/10.1177/0042085915613555

Y aquí hay algunos materiales adicionales de lectura: 

[1] Es extraño, realmente, que hayamos inventado este tipo de espacios, en primer lugar. Después de todo, SABEMOS que es difícil concentrarse cuando hay ruido, y si es un problema para los adultos en oficinas abiertas, ¡es aún peor para los niños en el colegio!