jueves, 27 de septiembre de 2018

Sobre la disciplina, el comportamiento y la gestión de aula



Llevo un tiempo leyéndome el interesante libro 'Teach like a Champion' de Doug Lemov. Es un manual que vale la pena conocer que recoge toda una serie de estrategias y técnicas didácticas que usar en el aula. Si se quiere saber cómo llevar a cabo de forma efectiva la instrucción directa explícita en el aula, es una de las mejores referencias (tiene ediciones en inglés y en castellano).

Hoy quiero comentar y precisar 5 conceptos que Doug Lemov define en el libro alrededor de la disciplina y que acostumbramos a malinterpretar, confundir o a ver de una forma negativa, todos ellos relacionados con la cultura y gestión del aula:

- Disciplina: cuando la mayoría de la gente habla de disciplina, acostumbra a utilizar la palabra como un verbo sinónimo de castigar: 'He tenido que impartir disciplina'. Este es un sentido erróneo. Es mejor utilizarla como un nombre, que indica el proceso de enseñar a alguien la manera correcta de hacer algo.

Este significado nos recuerda que lo que es realmente la disciplina es enseñar; el enseñar a los alumnos la manera correcta y exitosa de hacer las cosas. Sorprendentemente, muchos maestros se olvidan de este elemento que es uno de los fundamentales de nuestra profesión. Esperan enseñar el contenido pero no los hábitos necesarios que permiten ser un estudiante y un miembro de la comunidad educativa exitosos. Incluso ponen sistemas de premios y consecuencias para seguir a los estudiantes, pero olvidan que los alumnos quizás no saben el cómo hacer las cosas que los profesores queremos que hagan o que les pedimos.

Un ejemplo: 'Escuchad', 'Prestad atención'. Son dos frases que habitualmente diremos, pero... ¿hemos explicado a los estudiantes qué significan? ¿Saben que para escuchar hay que estar sentado con la espalda recta, sin nada en las manos, mirándole a la cara? Muchas veces no hemos trabajado estos pequeños hábitos y, sin embargo, esperamos que los hagan. Y como este hay muchos otros aspectos: ¿cómo se sentarán los alumnos? ¿Cómo se funciona por los pasillos? ¿Y en el comedor? ¿Cómo entrarán en clase? ¿Cómo tomarán apuntes? ¿Cómo podrán mostrar su disconformidad de forma respetuosa? Esto requiere mucho trabajo y enseñanza explícita. Y tenemos que ser conscientes de ello.

- Gestión de la conducta: la gestión de la conducta o del aula es, por contra, el proceso de reforzar la conducta a través del uso de consecuencias y recompensas. Muchas veces aquello que definimos como 'disciplina' es, en realidad, gestión del aula, que haya consecuencias. Las clases efectivas necesitan sistemas de gestión del aula, pero como este es el elemento que a corto plazo se ve de forma más clara, es fácil caer en no ver la relación de este elemento con los otros cuatro y las limitaciones que tiene.

La gestión del aula puede hacer que una clase funcione y trabaje de forma directa y eficiente, pero no se sostendrá si los otros elementos de la cultura escolar. Sin ellos, la mera gestión del aula se acaba desgastando. Cuanto más usamos la consecuencias (castigos, etc) tanto positivas como negativas, menos efectivas son (aunque tienen que existir y usarse). Tenemos que evitar tanto sistemas escolares en los que no haya consecuencias (tanto positivas como negativas) como aquellos en los que la escuela y los profesores confíen en exceso en el refuerzo positivo o negativo externo de la conducta, que acaba desmotivando a los mismos alumnos.

Para tener éxito, la gestión del aula y de la conducta tienen que ir con los otros elementos. Hay que empezar por enseñar a los alumnos cómo hacer las cosas bien antes de establecer consecuencias por si se equivocan. Y luego hay que ser capaz de controlar a los alumnos, involucrándolos de forma positiva en el trabajo, y construyendo relaciones personales con ellas que no impliquen consecuencias o castigos, que les demuestren que nos preocupamos por ellos como personas.

- Control: es la capacidad de hacer que alguien haga lo que le pides, independientemente de las consecuencias. Hay mucha gente que no ve bien esta palabra. Les suena a algo antidemocrático, coercitivo. Sería especialmente inadecuada en el caso del maestro, porque enseñar es ayudar a los demás a pensar por sí mismos...

Sin embargo, hay que contextualizar un poco. Todos ejercemos un cierto control en las personas con las que nos relacionamos. Y en el caso de los maestros, esto es algo bueno: un maestro confía en que los alumnos que tiene se leerán la lectura que les pida, luego le harán preguntas, se respetarán entre ellos, trabajarán duro.

El control no implica que no haya decisión por parte de las personas a las que pedimos que hagan algo. Ellas siguen eligiendo. El control simplemente implica preguntar las cosas de forma que sea más fácil que las hagan. No es lo mismo pedir las cosas gritando en clase que con un tono de voz amable y mirando a los ojos, acompañándolo de un 'Por favor'. La principal paradoja del 'control' es que acostumbra a dar soporte a la libertad: pongamos el caso de un padre que puede empezar a dejar ir solo a su hijo pequeño porque sabe que cuando le diga 'para' antes de un paso de cebra, lo hará.

Los maestros que tienen un control fuerte son exitosos porque entienden el poder del lenguaje y de las relaciones: piden las cosas de forma firme y confiada, respetan al alumno y suelen ser amables. Expresan su fe en la habilidad de los estudiantes para responder a las expectativas. En vez de decir 'tranquilos', saben precisar: 'sentaros y poneros a escribir la redacción'. Esto permite que puedan retrasar para cuando es realmente necesario el uso de las herramientas de 'gestión de aula'.

- Influencia: idealmente, todos los profesores querrían conectar con sus alumnos e inspirarlos. Influenciar es el siguiente paso al control. Influenciar es conseguir que internalicen las cosas que les pedimos. Aunque es menos visible que conseguir que los alumnos se 'comporten', conseguir que vean necesario y quieran portarse bien es necesario para el éxito a largo plazo y una cultura de aula sana.

Al principio puede no parecer necesaria, pero a la larga el tener esta capacidad de influencia acaba siendo importante. Tenemos que conseguir que los estudiantes valoren que la existencia de una cultura de aula positiva los beneficia en primer lugar a ellos.

- Compromiso: una de las razones más habituales de una cultura de aula pobre en una clase insípida. Tenemos que dar a los alumnos clases exigentes, en las que se vean movidos a trabajar de forma intensa, a tener que contestar preguntas, a participar, a estar concentrados. ¿Participan y hacemos que trabajen en nuestras clases? ¿Tienen trabajo durante toda la clase, o hay momentos en los que se pierde el tiempo? ¿Les pedimos que el trabajo que hagan sea siempre bueno?

Como se ve, son 5 conceptos que vale la pena tener claros, y que pueden servir de herramienta diagnóstica. ¡No los olvidemos!

Fuente:
Teach like a champion, de Doug Lemov

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