sábado, 11 de agosto de 2018

La importancia de los primeros años (II): una reflexión



En el último artículo estuve explicando la importancia de disponer de reglas claras, hábitos y rutinas tanto en casa como en el colegio para poder desarrollar la fuerza de voluntad y los hábitos intelectuales que son necesarios para trabajar bien y para concentrarse en el aula, sobretodo si se piensa en los alumnos con más dificultades o menos oportunidades.

Esta desventaja se puede ver agravada si el trabajo académico de los primeros años se basa más en la 'vivencia de la libertad' y en las 'experiencias' que en enfocar a los alumnos hacia el aprendizaje académico. Esta falta de hábitos intelectuales (atención, fuerza de voluntad...) es posiblemente el factor que provoca que determinados grupos de alumnos con dificultades sigan por debajo de sus compañeros, a pesar de las intervenciones que se puedan hacer y acaban 'explotando' cuando empiezan la educación secundaria. Gran parte de esos alumnos que presentan importantes dificultades a nivel académico, de comportamiento... cuando empiezan la secundaria es como resultado de años de malos hábitos no corregidos, a los cuales se les pone una etiqueta (Oposicionista Desafiante, TDAH...) pero no se los corrige o trabaja.

Uno de los problemas que es posible que genere esto es la tendencia a basar la didáctica y el aprendizaje durante los primeros años en que los alumnos construyan su propio aprendizaje y sus propias rutinas, a través del juego, eligiendo desde bien pequeños qué quieren aprender, trabajar... El problema aquí es que se tienden a confundir y a fusionar los sentimientos de los niños con el pensamiento de los niños. Cuando un niño de 5 años ha de decidir si trabaja la numeración, que le cuesta, o el dibujo, que le gusta, tenderá a elegir este último, basándose en su sensación de seguridad y de gusto. ¿Realmente es esto lo que queremos que hagan? ¿Que elijan en función de lo que les gusta más y cuesta menos? ¿Tienen la edad y madurez necesarias para elegir bien? ¿No sería mejor que eligiéramos nosotros, que conocemos lo que necesitan mejor? Cuando esta manera de funcionar es la que se acostumbran a llevar a cabo durante el día, ¿los estamos capacitando para ser capaces de trabajar en cosas que les cuesten en el futuro? ¿Qué harán estos niños cuando en secundaria se les pida a todos que piensen sobre química, matemáticas... y se esfuercen en ellas?

El tema aquí es que en los primeros años se está generalizando el tener que elegir sobre todo. Las rutinas con todos (el hacer la fila, la sesión de lectoescritura, el juego de lengua, la historia explicada en voz alta...) cada vez son menos. Incluso en estas se les plantea el que elijan: cuando trabajan con el profesor en pequeño grupo, este les dirá: '¿Querríais hacer...?', o cuando se les lea una historia: '¿Qué historia querríais leer?'

¿Qué efecto tendrá este elegir constantemente en alumnos desaventajados que están acostumbrados a hacer lo que quieren en su casa, y cuya fuerza de voluntad es muy reducida? Posiblemente no contestarán ni se quejarán (como sí que harían si se les hiciera hacer algo que no quieren), y estarán contentos, pero... ¿en qué pensarán? Seguramente pensarán que pueden elegir basándose en lo que sienten, que pueden hace prácticamente todo lo que quieran y que, posiblemente, si ellos eligen el libro, el tema de trabajo... que el adulto cambiará para ajustarse a ellos. Si piensa así, ¿qué ocurrirá cuando alguien le diga que se sienta y diga que no porque se lo pasa bien estando de pie y corriendo? En su cabeza pensará que no le apetece y simplemente dirá que 'no'. Si no ha recibido la educación mínima en casa, seguramente acompañe la palabra de algún insulto. Quizás acabará atendido por el departamento de diversidad, acabando con una mayor diferenciación, expectativas más bajas... un alumno con el cual posiblemente lo que habría que hacer trabajado era un cambio de hábitos.

El problema es quizás que estos alumnos le dan demasiada importancia a sus sentimientos y eligen de forma habitual basándose en ellos. Es irónico que la solución de gran parte del mundo educativo para ello sea hacer que elijan todavía más cosas basándose en ellos. Los malos hábitos tardan poco en crearse, pero requieren de toneladas de esfuerzo para ser revertidos. Una posible conclusión sería que, para ayudar a estos alumnos a pensar de verdad, y a desarrollar los hábitos intelectuales básicos deberíamos quizás reducir los momentos de elección constantes durante el día. Solo así podrán desarrollar la fuerza de voluntad e intelectual necesarias para aprender como lo hacen los más aventajados.

Para concluir, el juego durante los primeros años es importante y es fundamental, pero ha de ser un juego guiado, en el que seamos los maestros, que somos los que podemos conocer mejor las necesidades de cada alumno y los mejores pasos para orientarlos hacia el aprendizaje académico, los que llevemos 'la batuta', guiándolos nosotros y dándoles más libertad cuando vayan dominando los aprendizajes (sobre los tipos de juego hay un artículo interesante que espero comentar). Y a medida que nos acerquemos a primaria habrá que considerar la conveniencia de utilizar métodos de instrucción directa y clara para trabajar aspectos como el poner las bases de la lectura. El juego libre tendrá su papel, pero en los momentos de descanso, de patio, que es donde ha de estar y tener su protagonismo.

Bibliografía:
https://thequirkyteacher.wordpress.com/2018/07/27/how-a-smorgasbord-of-learning-in-lower-phases-might-be-contributing-to-high-exclusion-rates-in-secondary-schools/

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