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Hace cosa de una semana, Pedro Gómez Carrizo publicó un interesante artículo en El Español en el que hablaba y reflexionaba sobre la llamada Ley Celaá. El gobierno liderado por el PSOE y Unidas Podemos está ultimando una nueva ley educativa que espera aprobar en las últimas semanas.
Después de haber leído por dónde parece que van a ir los tiros, dudo que esta nueva ley llegue a tener efectos positivos y que sirva para mejorar realmente el nivel educativo de nuestros alumnos. ¿Por qué motivo? Todas las reformas educativas en España desde los años 70 se han caracterizado por estar basadas en los principios de lo que se suele entender como progresismo pedagógico. Cuando hablo de progresismo pedagógico, no hay que asociarlo con lo que acostumbramos a entender como izquierda o la derecha, dado que los principios del progresismo pedagógico impregnan hoy en día los partidos de todo el arco parlamentario: desde Unidas Podemos al Partido Popular, pasando por Ciudadanos, el PSOE y los partidos nacionalistas y regionalistas. En su época, solo UPyD planteaba algo diferente, pero se sumó a los demás.
Este "progresismo pedagógico" (no me gusta esta etiqueta), a grandes rasgos, se caracteriza por:
a) Su apuesta por el constructivismo como paradigma filosófico y educativo.
b) Dejar de lado la importancia que tiene el conocimiento y las asignaturas.
c) Primar los métodos no directivos (aprendizaje por descubrimiento, trabajo por proyectos...) por encima de los directivos como la instrucción directa.
d) Despreciar la evaluación calificadora y estar en contra de las pruebas estandarizadas.
d) No tener en cuenta la amplia investigación alrededor de las mejores estrategias para enseñar a leer, la psicología cognitiva, la instrucción directa...
e) Apostar por el trabajo de las competencias dejando de lado en muchas ocasiones las asignaturas.
f) Primar la función psicopedagógica y emocional de la escuela por encima de la que le es propia, la transmisora y cultural.
g) Ver como sospechosos términos como esfuerzo, disciplina o memoria
Esta caracterización que he llevado a cabo aquí es muy básica, y se podrían precisar algunos de los puntos, pero la ley, como destaca Pedro Gómez, tienen un "efecto perverso, deformante... sobre la formación académica y profesional de nuestro alumnos". Como destaca el autor del artículo, desde hace unos años, el "qué" se enseña es cada vez menos relevante en nuestras escuelas. La función transmisora, que es fundamental, es constantemente criticada desde todas partes (solo hay que ver, por ejemplo, a personas como Eduard Vallory que aprovechan cualquier excusa para criticar la función transmisora de la escuela). Y en este contexto, son pocas las voces que defienden una alternativa y que sean oídos en los medios de comunicación (Gregorio Luri, por ejemplo).
La situación va cambiando poco a poco, y me alegra ver cada vez más profesores, maestros... que en las redes hablan de educación y lo hacen desde una perspectiva basada en las evidencias y no ideologizada, pero todavía queda camino por recorrer para que estas ideas puedan llegar a un debate público en el cual en los medios solo se habla de "cambios de paradigma", de que en siglo XXI ya no hay que aprender las cosas porque todo esta a "1 clic en Internet".
Tenemos que plantear un cambio de marco de pensamiento, en el que se apueste por:
a) El conocimiento exigente y profundo. Un currículum organizado y exigente
b) Se valoren las asignaturas como herramienta fundamental para organizar y aprender los conocimientos.
c) Se primen los métodos basados en la evidencia: sean directivos o no, según el grado de dominio del que aprende, del contexto, según las referencias que se tengan de éxito.
d) La evaluación formativa sin que ello implique tener que dejar de lado y criticar la evaluación calificadora.
e) Valorar la instrucción directa, el esfuerzo, la memoria, la disciplina.
f) No se construya todo alrededor de las competencias, sino de los ámbitos curriculares y, en estos, se tenga en cuenta el buscar la transferencia y aplicabilidad a otras situaciones, pero sin dejar de lado el trabajo curricular básico y continuo.
g) Tener claras las funciones transmisora y cultural de la escuela.
h) Las pruebas estandarizadas como elemento de evaluación y de mejora del sistema.
No sabría qué etiqueta poner a estas ideas (no me gusta tampoco la de 'progresismo pedagógico', porque, realmente, no ayuda a 'progresar' al alumno). Estas ideas no son ni de izquierdas ni de derechas, sino que lo que hacen es partir de un paradigma en el que se reconocen la función transmisora y cultural de la escuela y en el cual se apuesta por la educación basada en evidencias. Antonio Gramsci, por ejemplo, valoraba especialmente esta función transmisora de la escuela y el valor que tenía el conocimiento. Los conservadores británicos, desde hace un tiempo, parece que están apostando por esta línea. Katharine Birlbasingh, directora de Michaela School, que se define a sí misma como de pensamiento liberal progresista, estaría también en esta línea; o E.D. Hirsch, Greg Ashman... Las decisiones tomadas en educación por países como alguna de las repúblicas bálticas, Portugal, los países asiáticos... van también en esta línea. Todos forman parte de tradiciones políticas o filosóficas diferentes pero que se caracterizan por apostar por una línea en educación de lo que es considerado como 'políticamente correcto' hoy en día. ¿Para cuándo podremos tener una ley educativa basada en unos principios que sean diferentes en España?
1 comentario:
Apoyo la línea expuesta por el profesor Andrés Bello...
El contemplar a cada niño como una persona singular, única, a la que se debe motivar, aceptar, ayudar, ..., no implica que el conocimiento sea muy importante: trasmisión del bagaje cultural de la sociedad...Asimismo, valorando y ejercitando este instrumento magnífico, este don que supone la memoria y, así mismo el fortalecimiento del hábito tan importante como la voluntad, habiendo interiorizado la necesidad y el gusto por el estudio, la actividad , la cultura y el conocimiento.
Todos los grandes talentos adquirieron hábitos básicos de estudio, de trabajo, de investigación, eso sí, desde una interiorización de ello.
La visión del alumno como persona, digna de un respeto en una actitud humanísticas, nada resta a la importancia del aprendizaje, el conocimiento, el esfuerzo, la disciplina razonada.....
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