Hace unos días, Tom Bennet citaba en Twitter este interesantísimo texto que el pedagogo americano William Bagley escribió en 1934:
"Si quieres ser aplaudido en una convención educativa, vocifera tópicos sentimentales sobre los sagrados derechos del niño, resaltando especialmente su derecho a conquistar la felicidad por medio de la libertad. Es probable que te ganes un aplauso extra si te lamentas de la crueldad de los exámenes y los deberes, mientras condenas de manera elocuente alguno de los estereotipos favoritos del abuso, como el latín, las matemáticas (la geometría, especialmente), la gramática, el currículum tradicional, la compartimentación del saber por materias que han de ser memorizadas, la disciplina y cosas semejantes. Entonces, podrás ser justo merecedor de una ovación".
Este texto, de hace casi un siglo, se recoge en el fantástico 'Progressively worse', de Rob Peal, y nos debería de servir para ponernos en perspectiva. Muchas de las ideas que se repiten de forma sistemática hoy en día no son nada nuevas:
- El que 'no hay que coartar la libertad del niño'
- La afirmación de que 'lo que ha de guiar el aprendizaje del alumno son sus intereses'
- El que 'la escuela del siglo XXI dejará la compartimentación por asignaturas para optar por un aprendizaje holístico'
- El afirmar que 'la gramática no sirve para nada, hay que aprender a comunicarse'
- La crítica al valor de la memoria y del conocimiento: 'la memoria no sirve de nada estando todo en internet'
- El ataque a los deberes o exámenes: 'los deberes son una pérdida de tiempo'
Este tipo de ideas, ¡ya se repetían hace casi un siglo! Deberíamos de preguntarnos: ¿son realmente innovadoras? ¿Antes de optar por una idea, o por una medida... la valoramos de forma crítica? ¿Reflexionamos sobre aquello que hacemos o sobre lo que pretendemos hacer? Cuando valoramos nuestra práctica docente, ¿la juzgamos por la realidad de sus resultados o por la altura de sus intenciones?
Si no llevamos a cabo este ejercicio de reflexión, acabaremos seguramente repitiendo ideas, propuestas... muchas de las cuales tienen ya un largo recorrido, y alguna no precisamente positivo. Me preocupó, por ejemplo, ver que el Diario 'Ara' en Cataluña publicaba el otro día un reportaje con el siguiente título (traducido al castellano):
Alumnos, maestros y expertos: clamor por una nueva selectividad
La comunidad educativa quiere evaluar más habilidades y menos conocimientos y huir del modelo memorístico
Era una amplio reportaje en el que se criticaba el presunto 'modelo memorístico' de nuestra selectividad, y se abogaba por un modelo que optara por menos conocimientos y más por las llamadas 'habilidades del siglo XXI'. Me planteé diversas preguntas:
¿Cómo que 'clamor' por una nueva selectividad? Yo en ningún lugar he oído de ese clamor y estoy metido en educación. Creo que la selectividad, es un elemento muy bueno de clasificación y de selección, para unas carreras que tienen unos requisitos, un número de plazas...
¿Cómo que quieren evaluar más habilidades? Si las habilidades como escribir, leer... son un tipo de conocimiento procedimental, vinculado a ámbitos determinados de conocimiento. ¡Simplemente, no es posible! Y si dicen de evaluar las mal llamadas 'habilidades del Siglo XXI' como la colaboración, la creatividad... estas, no se pueden medir de forma objetiva, y su valoración sería mucho más subjetiva.
¿Huir del modelo memorístico? Si solo se aprende aquello que queda en la memoria, que es el residuo del pensamiento...
En fin, era un artículo que no había por donde cogerlo, que caía en algunos de los tópicos que comentaba antes. Es una lástima que aquellos que dirigen las políticas y el liderazgo educativo, no se guíen más por esa práctica reflexiva que es tan necesaria.
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