domingo, 26 de noviembre de 2017

Los 10 principios para una buena instrucción explícita



Seguramente no hayáis oído hablar antes de 'instrucción explícita'. En nuestro país es bastante raro mencionarla. 'Instrucción explícita' es el nombre que recibe uno de los tipos de instrucción directa, y se caracteriza porque es dirigida por el profesor y es altamente interactiva, ya que hay constantes preguntas del profesor a los alumnos y se les hace participar a fondo. Es un tipo de instrucción directa que busca recoger gran parte de los conceptos derivados de la investigación: la práctica espaciada, el asegurase de que la mayoría del grupo entienda un concepto antes de pasar al siguiente, la modelización, la práctica guiada... En este artículo (https://goo.gl/Zb2hMY) ya se habló sobre los diversos tipos de instrucción directa (instrucción explícita, clase magistral, La Instrucción Directa de Engelmann...).

Hace unas semanas, Ben Newmark publicó un artículo (https://goo.gl/UcEHFm) en el que compartió una infografía en que recogía las principales características de la instrucción explícita, diseñada por Oliver Caviglioli. Me ha parecido interesante llevar a cabo una adaptación personal del artículo, en la que se comentarán los 10 principios que presentaba, y compartirla, porque tiene ideas interesantes para la práctica diaria.


Poco a poco, la instrucción explícita empieza a volver del destierro al que fue confinada. Gracias a los descubrimientos de la ciencia cognitiva, que revelan la distinción clara que existe entre el cómo aprenden los noveles y los expertos, vuelve a ser importante la instrucción global del profesor a todo el grupo, y se empieza a dejar de pensar que el único papel del profesor tenga que ser el de guía que acompaña.

Sin embargo, la instrucción explícita no mejorará los resultados si no se lleva a cabo bien. A continuación, presentaremos 10 principios aprendidos con la práctica y el error, con el objetivo de que puedan ayudar a otros a mejorar:

(La imagen pueden bajarse en pdf en este link: https://goo.gl/FnTUfx)

1. Conoce en profundidad aquello que vas a enseñar antes de enseñarlo

Para transmitir confianza y atención, cualquiera que explique tiene que conocer aquello de lo que habla. No conocer o dominar un material suele significar dudas, repeticiones... lo que acaba provocando que los alumnos duden del maestro y desconecten.

Los alumnos ven rápidamente la falsedad e inconsistencia y, de forma razonable, dejan de prestar atención. Conocer lo que dice el libro de texto no es suficiente, porque solo es la 'punta del iceberg'. Incluso en los cursos más pequeños es fundamental tener un conocimiento robusto de lo que se va a enseñar, ya que solo así se podrán organizar y trabajar de la mejor manera.

Enseñar bien de forma explícita supone el buscar mejorar de forma continua nuestro conocimiento de las diversas áreas curriculares. Es un deber profesional, y habría que dedicarle el mismo tiempo que dedicamos, por ejemplo, a formarnos didácticamente.

Hay que ser sabio antes de subir al escenario.

2. El qué, no el cómo

Hay que pensar muy bien sobre lo que vamos a enseñar y el cómo lo explicaremos, en este orden. Un conocimiento profundo del área en cuestión lo hará más fácil.

El profesor que conoce bien aquello que va a enseñar es capaz de anticipar donde tendrán problemas los alumnos, el cómo evitarlos... Y se anticipa.

3. Enseñar a los alumnos a escuchar

Una de las afirmaciones que hace más daño en educación es la de decir que los alumnos siempre se portarán bien si una lección está bien preparada. Esto no es cierto. Incluso la lección mejor preparada fracasará si los alumnos no se comportan bien. Y es una cosa que se ha ido infiltrando en el ambiente docente: si enseñas de forma explícita mereces que tus alumnos se porten mal. En consecuencia, los alumnos se han ido acostumbrando a no escuchar a los profesores, lo que hace más difícil aún la instrucción explícita. La disrupción (sea de alto o de bajo nivel) distrae al mismo profesor, e impide que los alumnos puedan concentrarse y aprender. La calidad de la instrucción baja entonces, lo hace también la credibilidad del profesor y esto provoca que desconecten otros estudiantes.

Por esto, los colegios deben de preocuparse por desarrollar e insistir en que el comportamiento sea el adecuado. Los alumnos deben de acostumbrarse a escuchar en silencio, a no interrumpir y a reservar sus preguntas para el momento apropiado. A los que no están acostumbrados, hay que enseñarles cómo. Este proceso puede ser agotador al principio, pero es necesario. Significa parar y empezar otra vez la explicación si un alumno está jugando con los dedos, mirando por la ventana o dando golpecitos con el lápiz. Implica también tomar medidas contra estas disrupciones de bajo nivel. No podemos olvidar que, el que un alumno escuche cuando un maestro o uno de sus compañeros habla, es una cuestión que no debería de ser negociable.

4. Variar el tono, la entonación y la cadencia de la voz

Utilizar la cadencia y la entonación para remarcar los aspectos más importantes de una explicación, es muy efectivo, y ayuda a los alumnos a comprender lo que escuchar. Un conocimiento profundo del área ayuda a remarcar los aspectos más importantes, a saber cuándo poner tono de sorpresa o hacer un gesto determinado.

5. Utilizar técnicas narrativas

La gente en general y los niños en concreto suelen encontrar las historias fáciles para recordar. Las técnicas narrativas son un recurso que podemos utilizar de forma efectiva en el aula. Utilizar preguntas retóricas para anticipar futuros eventos es un recursos que ayudará a los estudiantes a identificar una narrativa coherente en lo que explicamos.

El uso de otros recursos como las metáforas, las analogías... puede ir muy bien si conseguimos relacionar lo que explicamos con los conocimientos previos de los alumnos. Activarlos para comprender los nuevos aprendizajes, libera su memoria de trabajo. Lo que es importante es elegir imágenes que refuercen el aprendizaje y que no los distraigan en exceso. Aquí hay que recordar la frase de Willingham: 'los niños aprenden aquello sobre lo que piensan'. Si para explicar la revolución francesa, utilizamos por ejemplo la historia de un chico que acaba en la guillotina, será importante valorarla bien para que no acaben pensando más en la guillotina y las aventuras del personaje en cuestión que en la revolución francesa en sí.

6. Repetir y repasar

La repetición de ciertas frases clave y términos es algo que se puede tomar de la tradición oral. En esta, las historias eran la forma de transmitir información de una generación a otra: recursos mnemotécnicos, historias, canciones... 

Una buena estrategia es acompañar a los personajes con un adjetivo que los determine y ayude a los alumnos a identificarlos. 

7. Practica y ensaya

No mejoraremos en la tarea de explicar si no incluimos la práctica como parte del proceso de planificación. Una buena explicación es como una actuación teatral corta, lo que significa que deberemos de practicarla antes de llevarla a cabo: pidiendo ayuda a nuestros familiares y conocidos para que nos escuchen, grabándonos...

8. Enseñar desde el frente de la clase

Una de las tendencias a la hora de dar clase es a movernos continuamente mientras explicamos una cosa. Esto provoca que tengamos que pasar entre las diversas mesas, sillas... que los alumnos tengan que seguirnos con la mirada. Esto no funciona en 2 sentidos:
- En primer lugar, para los alumnos, que tienen que concentrarse en lo que les decimos y en seguirnos con la morada.
- En segundo lugar, para nosotros mismos, que nos tenemos que concentrar en caminar y hablar al mismo tiempo.

¿Qué es lo mejor? Enseñar desde el frente de la clase, desde un lugar en que todos los alumnos puedan ver al profesor, al lado de la pizarra. Y limitar el movimiento a los momentos en que sea útil para las explicaciones, o que haya que intervenir en algún tema concreto. Ya nos moveremos cuando los alumnos estén en la parte de la práctica individual o grupal.

9. Buscar soporte visual

Es bueno buscar soporte de esquemas, imágenes... que dibujemos o proyectemos en la pizarra. En cualquier caso, lo que proyectemos tiene que ser claro, sencillo, y ayudar en la comprensión de lo que se trabaja. Como siempre, un conocimiento profundo de la materia nos ayudará a seleccionar los mejores materiales. Pizarras llenas de imágenes o textos no ayudan, ya que sobrecargan la memoria de trabajo de los alumnos y hacen que la explicación pierda claridad.

10 Ojo con creernos los mejores

El desarrollo de la competencia docente es lento y requiere trabajo. No nos pensemos que somos los mejores porque quizás veremos que no; no solemos ser los mejores a la hora de valorarnos, como afirmaban Van Yperen y Buunk en 1991 cuando hablaban del concepto de 'superioridad ilusoria', para describir el fenómeno habitual en que uno sobrevalora sus habilidades en relación a los demás. Es bueno que pidamos consejo y feedback sobre qué aspectos mejorar y, si ponemos los recursos necesarios, iremos mejorando de forma gradual.

Fuentes:
Artículo del blog de Ben Newmark

Infografía en pdf que se puede descargar


martes, 14 de noviembre de 2017

El gusto por aprender



Una de las cosas con las que se encuentran los sufridos profesores de secundaria es que gran parte de sus alumnos no parece que disfruten de los aprendizajes escolares. Y los mensajes que les llegan de los medios públicos, de las redes sociales... son, en cambio, que el aprendizaje ha de ser 'divertido', que los alumnos tienen que 'pasárselo bien'. Esto provoca que muchos entonces se preocupen y piensen que están haciendo algo mal, que no puede ser...

Si además uno se aventura a escribir en Google 'primary school' y 'love of learning', le aparecen decenas de resultados y de todos los tipos. Parece que en todas las escuelas de primaria se 'infunda' ese 'amor por aprender', y que se haya convertido en uno de los grandes objetivos de la educación: 'disfrutar aprendiendo'. En cambio, cuando pasan a secundaria, parece que ese disfrute desaparece. Pero... ¿Es algo objetivo? ¿Existe alguna evaluación de ese 'pasárselo bien al aprender'? ¿Es un problema de que en la educación secundaria se hacen muy mal las cosas y se está dejando pasar a generaciones de alumnos que solo esperaban un poco de motivación de los profesores? Yo creo que no.

Cuando estaba en primaria, me encantaba comer, alzar el abrigo en un día ventoso para que el aire me levantara, utilizar la grabadora, la lectura tranquila y silenciosa, las matemáticas. Era (relativamente) bueno en todas estas cosas. ¿Una coincidencia? Me parece que no. Si lo miro desde el ángulo contrario y pienso en lo que no me gustaba - bailar, el pádel, las conversaciones vacías sobre el tiempo y los sentimientos - era un negado en esas cosas.

Plantéate un interesante test de autoevaluación: ¿Te gustan, disfrutas, te encantan... las cosas en las que eres bueno? ¿Y no odias aquello en lo que no lo eres? Seguramente compartirás entonces conmigo la reflexión de que 'seguramente uno solo puede disfrutar aprendiendo si uno es bueno aprendiendo'. ¿Qué viene entonces primero? ¿El 'ser bueno en' o el 'disfrutar con' ello? Todas esas actividades que nos gustan, ¿nos gustaron desde el principio, cuando eramos principiantes? Yo en particular, no disfrutaba al principio con la grabadora o la lectura, que era muy frustrante y costosa al principio; pero hubo gente que me fue moviendo hasta que algo hizo un 'clic' en mí y me convertí en un lector fluido, cosa que me permitió empezar a disfrutar de la lectura.

Por ello, iré más allá, afirmando que el 'amor' por algo solo se desarrolla con el paso del tiempo y después de que te hayas vuelto relativamente bueno en ello. ¿Recuerdas el aprender a ir en bici? Al principio cuando te caes, no es muy divertido... Cuando dominas y bajas una buena trialera, sí. ¿Un 'amor duradero y para toda la vida por el aprendizaje' significa que los niños elegirán estudiar y aprender, incluso fuera del colegio? Ese tipo de chicos son escasos, pero lo que parece que los une en primer lugar es que son lectores expertos: tienen fluidez lectora, y por fluidez no me refiero solo al típico 'leen todas las palabras de forma precisa', sino al hecho de que leen también rápido y comprendiendo (son capaces de representarse una imagen de aquello que leen en su cabeza), a través de la entonación.

¿Cuántos niños de 6º de primaria son, realmente, lectores fluidos? No muchos. Ser bueno 'aprendiendo' significa ser capaces de concentrarse y de practicar sin distraerse. De nuevo, ¿cuántos alumnos que conozcas serían capaces de elegir concentrarse? Y aquí llegamos al quid del asunto. Si las escuelas de primaria quieren, de veras, 'despertar un amor por el aprendizaje que dure para toda la vida', necesitan conseguir que los niños se vuelvan buenos en aprender, y el buen aprendizaje tiene una serie de elementos que lo caracterizan:
- Buenos lectores (fluidez, entonación, velocidad, comprensión...).
- Tener un amplio repertorio de vocabulario y de conocimiento básico que les permita preguntar en las clases.
- La habilidad de concentrarse y de trabajar de forma intensa.
- El respeto por la autoridad y las personas que tienen conocimiento que tenga que ser compartido, así como el respeto por todas las materias.

Si queremos ser honestos de verdad, hay que reconocer que el camino hacia ser buenos aprendiendo, será arduo para la mayoría de alumnos. Hay que preguntarse: ¿esto se conseguirá con objetivos como 'proveer al alumno de entornos y actividades estimulantes', 'facilitar la creatividad', 'dar a los niños oportunidades de elegir', 'hacer el aprendizaje divertido'? Algunas de estas medidas y recursos, puede que ayuden un poco, pero necesitamos más bien objetivos como: 'nada nos detendrá en el objetivo de que tu hijo sea un buen lector'. Por lo tanto, el camino real para despertar el gusto por aprender es la buena enseñanza y unas altas expectativas.

Traducción personal y adaptada del artículo:
https://thequirkyteacher.wordpress.com/2017/11/11/the-real-way-to-instill-a-love-of-learning/