miércoles, 2 de enero de 2019

Sobre el aprendizaje y el trabajo por competencias



En este post, que es el primero del nuevo año 2019, quiero reflexionar sobre algunas de las debilidades del modelo de aprendizaje basado en competencias que se está implementando tanto en Cataluña como en España y que que creo que valdría la pena considerar.

Una de estas debilidades es el planteamiento que se hace de las competencias como opuestas a los contenidos. Ya han sido varias las formaciones dirigidas desde el Departament en las que he oído expresiones como que el nuevo currículum viene a 'superar' los contenidos, que hay que 'dejar' estos atrás, que con el nuevo decreto se 'abandona' ya por fin la evaluación basada en contenidos. Esta es una oposición que no tiene ningún sentido. El currículum existe como una base organizada de aprendizajes conceptuales, procedimentales... que han de servir para dar al alumno nuevas potencialidades. El buen maestro y los buenos sistemas educativos siempre han buscado que, aquello que los alumnos aprendían en el aula, pudiera tener una aplicación práctica en la vida real. Para ser 'competente' y tener, por, ejemplo, 'competencia lingüística', era, es y será necesario haber aprendido antes los conocimientos básicos de lengua: de vocabulario, de literatura, de escritura... 

Y estos son conocimientos que se aprenden a través de la práctica concreta y focalizada de la lectura, de la gramática, de la lectura de obras literarias, de la práctica de aspectos concretos de escritura... Lo mismo pasa con las matemáticas. Un buen dominio de ellas parte del trabajo de todos y cada uno de los pequeños conceptos que las forman: la numeración, la adición, las medidas... Como se ve, para ser competente en un ámbito de conocimiento acaba siendo necesario trabajar aspectos profundos del currículum más que hacer actividades 'por competencias' o 'globales'. Para mejorar la comprensión lectora o la escritura, lo mejor no será hacer más actividades de ese tipo, sino centrarse en dominar y trabajar los diversos aspectos que conforman tanto la lectura como la escritura.

Este es uno de los problemas que conlleva el nuevo sistema de aprendizaje por competencias. Este está provocando que nos centremos en estructurar el aprendizaje alrededor de las competencias, lo que acaba comportando que trabajemos aspectos superficiales sin llegar a los aspectos más profundos que llevan a tener éxito en un dominio concreto. Un ejemplo que citábamos antes: una de las subdimensiones de la competencia lingüística es la escritura. Para escribir bien, es necesario trabajar a nivel concreto aspectos básicos de sintáctica y de gramática, de significado... Sin embargo una de las cosas que acaba generando el nuevo enfoque es dejar de lado el trabajo de la gramática y el léxico para centrarse en cambio en la realización de actividades de escritura. Esta no puede, pero, mejorar, si no vamos a esos elementos básicos que articulan la coherencia y la cohesión. Otro ejemplo serían las matemáticas: para llegar a un buen nivel de dominio el mejor camino no es estar haciendo continuamente actividades competenciales o globales, sino hacer ejercicios concretos de cálculo mental, de práctica de cómo encontrar patrones, de cómo resolver un problema con dos partes... hasta que los alumnos tengan una buena fluidez en el dominio de diversos procedimientos matemáticos.

Algo que se pierde es la visión del currículum como 'narrativa', como un proceso que se construye a lo largo del tiempo y que acaba en el conocimiento como punto de llegada. Nos centramos en algo, en las competencias, que, paradójicamente, no vamos a mejorar solo por practicarlas de forma repetida, ya que ese no es el camino. Sería necesario, en cambio tener en cuenta esa narrativa del currículum para poder llegar realmente a esa mejora educativa.

Otra cuestión no menos importante que también tendríamos que tener en cuenta es que con el modelo basado en las competencias corremos el peligro de dar valor solo a aquello que 'sirve para algo'. Otros aprendizajes que no tienen un valor inmediato o que no pueden medirse con el nuevo sistema de evaluación por competencias, ¿dónde quedan? Pensemos: ¿dónde están la literatura, la historia, la gramática, el arte, la música en las diversas pruebas de nivel que se realizan en primaria y secundaria? Fijémonos en las dimensiones de conocimiento del medio de primaria: la historia, la geografía... tienen un papel muy reducido. ¿Y la literatura en las lenguas? En vez de abrirles las puertas a los 'nuevos mundos' de la historia y la literatura, vemos que, de forma paradójica, los alumnos tienen que, cada vez más, llevar a cabo rondas de actividades competenciales que acaban siendo áridas y sin alma.

Estas 2 cuestiones no podemos olvidarlas. La inferencia, la resolución de problemas, las diversas competencias... solo podemos enseñarlos de forma indirecta, a través de los componentes que las forman, como los elementos básicos de conocimiento, las reglas gramaticales o la fluidez en los procedimientos matemáticos. Aquí un problema es que el nuevo sistema de evaluación nos obliga a centrarnos en el producto final (las competencias), dejando de lado los elementos básicos. Esto lleva a que pierdan importancia y, de forma consecuente y en algunos casos, a que se dejen de trabajar y empeore el producto final.

Parece mentira que aquello que, por ejemplo, se tiene muy claro en el fútbol, que para mejorar en fútbol no basta solo con jugar a fútbol, sino que es necesario trabajar a través de la repetición un aspecto físico, otro técnico de control del balón, otro táctico de juego de equipo... no se tenga claro en educación. Es necesario que prestemos atención al largo plazo y a que hay muchos aprendizajes que se llevan a cabo de forma indirecta. Para ello es necesario un currículum con continuidad, que se desarrolle a lo largo del tiempo, y que evite el cortoplacismo. ¿Puede haber pruebas de 'competencias', que valoren la capacidad de desenvolverse en una cuestión determinada en un momento concreto? Sí, pero no pueden ser el único objetivo como nos está pasando actualmente.

No podemos olvidar que el objetivo del sistema educativo no puede ser tan solo la preparación de los ciudadanos para el mundo laboral, 'haciéndolos competentes', sino ha de ser también el abrirles las puertas a todo ese mundo literario, cultural, histórico... que conforma nuestras sociedades y que, aunque quizás no tiene un valor inmediato, sí que es valioso para las personas para ayudarles a situarse en el mundo.

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